TRADUCCIÓN ENTROPIA N°7
lundi 23 novembre 2009, par
,
Nacido en 2005 en el Reino Unido, el movimiento de Ciudades de Transición - compuesto por un centenar de ciudades que aspiran a vivir, en un futuro no muy lejano, sin petróleo - se dio a conocer hace unos meses de las redes francesas de los objetores de crecimiento y de la ecología radical. Por lo general, han despertado mucho interés y curiosidad por su enfoque pragmático y apolítico de la cuestión del medio ambiente, que difiere en algunos aspectos de las reflexiones sobre el decrecimiento tal como la conocemos en Francia. Con todo, vale la pena ahondar este análisis, y tratar de entender lo que hace el éxito instantáneo de este movimiento de la transición en el Reino Unido, y cómo el movimiento para el decrecimiento podría encontrar ahí una fuente de inspiración.
Porque el decrecimiento y la transición, son dos maneras diferentes de decir lo mismo : que la acumulación del mundo material en el que vivimos acabará, voluntaria o involuntariamente. Pero el fin de este mundo no es necesariamente el fin del mundo - para citar a Patrick Viveret - puede haber un post-petróleo, después de la acumulación de material, incluso post-colapso... En resumen, el decrecimiento como la transición nos dicen que tenemos el poder, al menos en teoría, de transformar este desastre en una oportunidad de inventar un mundo mejor –con la condición sin embargo, de cambiar radicalmente nuestro modo de vida rápidamente. Basándonos no sólo en un estudio de la literatura producida por los dirigentes y activistas de la transición, sino también en la observación y las entrevistas de un trabajo anterior [1], nos proponemos aquí analizar lo que hace el enfoque desarrollado por las ciudades en transición tan especial e interesante, así como los elementos que podrían inspirar a los objetores de crecimiento dispuestos a actuar entre dos peligros : el deber de Felicidad [2] y la negación del riesgo de colapso, por un lado, la tendencia al derrotismo y la impotencia frente a un colapso demasiado seguro en el otro.
Una base radical : el colapso es inevitable
El punto de partida para la reflexión de las Ciudades de Transición es el reconocimiento de que estamos al borde de un cambio de sociedad. Nos guste o no, este cambio es inminente, inevitable, y probablemente sea brutal. Esta convicción es la base no negociable de toda la reflexión del movimiento.
Más concrétamente, esta creencia se basa en dos fenómenos importantes que los líderes y activistas del movimiento [3] piensan científicamente comprobados : el cambio climático por un lado, y el pico del petróleo por el otro. Con respecto al cambio climático, la transición se basa no sólo en el informe del IPCC, sino también en los documentales (como el de Al Gore) y los escritos de varios autores -entre ellos, algunos especialmente catastróficos como Mark Lynas [4]. Para el pico del petróleo se basan, en particular, sobre los estudios de ASPO [5] y los ensayos de los investigadores que estudian el tema desde hace varios años, entre ellos Richard Heinberg [6] : en este contexto, cabe señalar que si los autores franceses poco han abordado este problema, hay en cambio muchas publicaciones anglosajonas que han contribuido a consolidar y difundir los argumentos científicos que apoyan la idea de un inminente pico del petróleo. A pesar de una controversia continua acerca de este pico, el disparo del precio del petróleo durante el verano de 2008 fue considerado por los activistas y expertos como una validación empírica, por lo menos en parte, de esta tesis.
Para los dirigentes y activistas de la transición, nuestras sociedades se enfrentan ahora a dos hechos científicamente probados, sobre los que se basan. El cambio climático nos dice que deberíamos cambiar y el pico del petróleo nos dice que deberemos cambiar : son dos caras de una misma moneda. El peso de la validación científica es crucial en el enfoque desarrollado por la transición, ya que estas validaciones proporcionan una base común indiscutible y no negociable sobre la cual los activistas venidos de todos los horizontes pueden llegar a un acuerdo.
Pero necesariamente, esta plataforma común, basada en la apropiación de demostraciones científicas, somete los líderes y activistas a una perspectiva bastante pesimista a priori : si el petróleo es cada vez más caro y el clima cada vez más loco, nuestras empresas no podrán soportar el choque. La era de los transportes baratos, el turismo de masas y la globalización, por citar sólo estos fenómenos, llega inevitablemente a su fin. La crisis económica que estamos experimentando ahora es sólo un pálido reflejo de lo que está por venir, en el mejor de los casos dentro de unos pocos años. La hipótesis de un colapso de la sociedad - según lo definido por Jared Diamond, es decir una « reducción drástica de la población humana y/o complejidad política/económica/social, a más o menos largo plazo [7] »- no es eludida, al contrario, es una de las bases más sólidas de los intercambios de los grupos de transición.
Los temas de algunos talleres organizados por dichos activistas ilustran bien esta certeza de que vamos a enfrentar grandes desastres. Algunos plantean la cuestión de manera general, a través de talleres con títulos tales como « After the crash » ou « How will Exeter survive and flourish after the end of cheap oil ? ». Pero otros profundizan más las consecuencias de los desastres, y no descartan ningún tema de reflexión : así es como podemos conseguir agrónomos y nutricionistas que se preguntan si el Reino Unido es realmente capaz de alcanzar la autosuficiencia alimentaria. Los médicos han examinado la cuestión de la medicina post-petróleo, e incluso la odontología post-petróleo, dos áreas en las que se enfrentan a algunos de los detalles más inquietantes y más espantosos de lo que puede significar post-colapso.
La base de la certeza científica común a todos los activistas de la transición los lleva rápidamente a encarar las perspectivas angustiantes de un colapso. Pero la fuerza de la transición es proporcionar un marco para la reflexión y la acción, sin negar los inevitables desastres que se avecinan, que permita actuar con el fin de prepararnos y, sobre todo, preparar una mejor vida después de la catástrofe .
La solución propuesta : la reconstrucción de la resiliencia local
Cuando un grupo de militantes sensibles a las cuestiones climáticas y energéticas quiere formar un grupo de transición en su ciudad, la dirección nacional de la red le sugiere empezar con un período para « despertar las conciencias », que consiste en organización de proyecciones de películas abiertas a todos. Los documentales seleccionados exponen abiertamente las amenazas ambientales, y con frecuencia causan ansiedad en los espectadores. Al final de la reunión, por lo general una parte del público admite estar convencido pero se siente impotente y preferiría reprimir lo que vio. Aquí es donde los militantes proponen una solución novedosa para el público : la formación de un grupo de transición local para « reconstruir la capacidad de recuperación local ». El objetivo es transformar inmediatamente el impacto de la toma de conciencia en fuerza de acción.
La reconstrucción de la capacidad de recuperación local, la resiliencia local, es la base de la estrategia propuesta por el movimiento de la transición. La resiliencia es un concepto utilizado en psicología para describir la capacidad de una persona para recuperarse de un choque - por ejemplo, pérdida o separación - sin colapsar, e incluso obtener experiencia y salir de la prueba más fuerte y resistente que antes. Este concepto se utiliza también en otras disciplinas : por ejemplo, se habla de la resiliencia de un área a las inundaciones, o la de un ecosistema frente a la intrusión de una especie invasora. Pero los activistas de la transición hablan de la resiliencia de la sociedad o las comunidades locales, es decir, del conjunto de individuos y sus impactos socio-económicos frente al choque que representará el fin del petróleo barato y la necesidad de reducir rápidamente las emisiones de gases a efecto de invernadero, el aumento del nivel del mar, etc…
Apreciar la situación en términos de resiliencia, es estimar que en las regiones el las que no se prevé el pico del petróleo, la política y el colapso socioeconómico será más difícil, mientras que las regiones que están suficientemente preparadas será mejor, e incluso, posiblemente, se podrá experimentar una forma de renacimiento basado en la relocalización económica y el bienestar. Para ello, desde ahora se debe reconstruir la capacidad de recuperación o resiliencia, es decir, hacerse menos dependientes del petróleo. La reconstrucción de la capacidad de recuperación local es una estrategia para amortiguar los choques futuros y también preparar las condiciones para una vida mejor después de esos choques : permite ver con lucidez las perspectivas de un posible colapso yendo más allá de esta única imagen y lanzándose en la construcción de sociedades sustentables y soportables para el post-colapso.
Esta reconstrucción de la capacidad de recuperación local, estamos tentados llamarla « pragmatismo radical ». « Pragmatismo », porque la única base verdaderamente común a todos los activistas de la transición es la certeza científica del cambio climático y la inminencia del pico del petróleo : más allá del acuerdo sobre los hechos, ninguna interpretación ideológica o política es favorecida por el movimiento de la transición. Algunos pueden ser anticapitalistas, mientras que otros creen firmemente en el poder de las fuerzas del mercado y reclaman la creación de una bolsa del carbono para los individuos [8]. La transición aboga por calmar estos debates que se consideran una pérdida de tiempo y de división, y que podría distraer a los activistas de su objetivo : la reconstrucción de la capacidad de recuperación local.
Sin embargo, este pragmatismo reivindicado está unido a un cierto « radicalismo » prácticamente impuesto por los diagnósticos científicos que son la base del movimiento : no hay gran variedad de soluciones para reducir de manera drástica y a corto plazo el consumo de energías fósiles y las emisiones de gases a efecto invernadero. Todas las soluciones propuestas giran, de hecho, alrededor de las ideas de sobriedad, de reducción de los bienes materiales, de reevaluación de las necesidades, de entreayuda local, de relocalización de la producción de alimentos, de reubicación de la producción de energías renovables, etc… Este movimiento decididamente pragmático, parte de hipótesis científicas tan radicales, que ve la gama de opciones reducirse drásticamente, hasta el punto tener sólo una solución posible : la de un cambio súbito y radical en los hábitos de vida de una manera muy similar a la propuesta del decrecimiento.
Esta solución única para la reubicación y reconstrucción de la resiliencia local, que en realidad está muy cerca de las propuestas del decrecimiento, es obviamente destinada a ser declinada, caso por caso, dependiendo de cada país. Pero en realidad, la radicalidad de la hipótesis primera, la probable inminencia de una forma de colapso, llevó este movimiento, pragmático y firmemente apolítico, a una forma de pensamiento radical, rayano al de la acción del movimiento francés para el decrecimiento.
Un "catastrofismo ilustrado" anclado en un territorio
Sin embargo, el movimiento de Ciudades en transición no se experimenta como un movimiento catastrofista : al contrario, los dirigentes y activistas repiten que quieren deshacerse de la visión habitual de la ecología que califican de « doom and gloom » que podríamos traducir como « apocalíptica ». Tratan de ser positivos, por ejemplo, insistiendo en la fuerza que puede tener un pequeño grupo decidido a cambiar el orden de las cosas, y también en las perspectivas de una vida mejor que se producirán : vidas simples, libres de aparatos electrónicos, las ciudades más tranquilas, un nuevo sentido de solidaridad y apoyo mutuo dentro de la comunidad local, etc…
Es esta tensión constante entre el « alarmismo » y el « optimismo » que es particularmente interesante analizar en el enfoque desarrollado por las ciudades en transición. El catastrofismo está omnipresente en este movimiento, que está totalmente motivado por la perspectiva de un colapso certero a corto plazo. Esta premisa, que muchas organizaciones ambientales tienden a descartar para no parecer demasiado ansiógenas, la transición la asume totalmente sin tratar de minimizar la magnitud de los cambios que se avecinan. Pero la transición también se las arregla siempre para instaurar cierta dosis de optimismo, basado principalmente en la posibilidad de que preparándose para estos choques se podrá reducir su efecto e incluso - como lo sugiere la idea de la resiliencia - inventando una vida mejor, basada en un aspecto material más sencillo.
La idea de anticipar las consecuencias de un desastre que ya se considera inevitable para prepararse mejor y tal vez, parcialmente evitarlo, recuerda la idea de catastrofismo ilustrado teorizada por Jean-Pierre Dupuy [9]. Con esta aclaración importante que el catastrofismo ilustrado de la transición está anclado sistemáticamente en un territorio concreto ocupado por la comunidad declarada en transición : las consecuencias de la « catástrofe » que será el pico del petróleo se analizan sistemáticamente en términos de territorio y de población local. Imponiendo un debate a nivel local, generalmente a escala de un municipio, los activistas se enfrentan inevitablemente a preguntas muy concretas. Por ejemplo : en que terrenos para plantar los árboles frutales que se requerirán cuando las importaciones cesen y que los supermercados ya no sean abastecidos ? ¿Quién en el municipio tiene la experiencia necesaria para tratarlo ? Dónde instalar turbinas de viento que permitirán al municipio ser autosuficiente en energía ? ¿Qué coches debemos conservar y cuáles debemos sacrificar ? ¿Qué aparcamientos deberemos transformar en jardines urbanos y quiénes los mantendrán ? Todas estas preguntas se dan a nivel local y se materializan en la mente los desastres y las soluciones que se pueden poner en prática –lo que permite poco, por ejemplo, una reflexión basada en datos, pero demasiado general, acerca del número de coches deseable en Gran Bretaña.
Esta forma original de « catastrofismo ilustrado relocalizado », puede facilitar la visualización de los desastres considerados inevitables y las soluciones que suavizarán o incluso los evitarán para salir fortalecidos. Esta visualización permite a los activistas para la transición de « creer lo que saben » mejor, tomando las palabras de Jean-Pierre Dupuy, y actarlas para anticipar mejor las crisis futuras.
Sin embargo, la hipótesis de una catástrofe ineludible contra la cual sería necesario no obstante mobilizarse no está libre de ambigüedades y contradicciones, y los líderes del movimiento para la transición luchan contra las dos tentaciones que consideran ser callejones sin salida : el derrotismo y la supervivencia.
El derrotismo acecha, por supuesto, a todos los activistas que empiezan a considerar seriamente la posibilidad de un colapso del mundo. La paradoja que consiste en considerar que el desastre es muy probable y aún así seguir actuando es difícil de asumir, tanto a nivel individual (el activista) y colectivo (para la comunicación de movimiento). Sin embargo, muchos psicólogos y psicoterapeutas en la ciudad de Totnes, la cuna de la transición, se han asociado rápidamente al proceso, trabajando sobre estas paradojas y los medios para superarlas : sus reflexiones sobre la psicología del cambio han dado lugar a varias formas de talleres de intercambio y libre expresión, utilizando técnicas a menudo similares a las de la comunicación no violenta, que contribuyen por ahora a mantener el entusiasmo de los activistas.
El otro escollo posible, cuando la hipótesis del colapso es seriamente considerada, pero que la sociedad sigue ampliamente impasible, es la tentación de survivalismo [10], que consiste en desarrollar estrategias individuales (o posiblemente familiales) de supervivencia en un mundo post-colapso. En la práctica, esto se traduce generalmente en el almacenamiento de armas y alimentos en un refugio antiaéreo, tomando a la vez clases de autodefensa. Esta actitud a veces se expresa en los foros de Internet, pero más allá de estos testimonios inciertos, es difícil determinar en qué medida este fenómeno es una realidad social importante o un mito... De todos modos, el movimiento por la transición ha sido siempre muy firme con respecto a esta estrategia : sin ni siquiera entrar en consideraciones morales, los líderes de la transición tratan de demostrar lo absurdo de esta opción en la práctica, repitiendo una y otra vez que los survivalistas, por muy equipados que estén, no sobrevivirán mucho tiempo a un colapso absolutamente caótico. Para resumir este pensamiento, a veces utilizan la frase « o nos salvamos juntos o no nos salvamos » [11].
Preparase para el colapso : el plan de descenso de la energía
Para ser calificado de « ilustrado » el catastrofismo tiene que evitar dos abismos, el derrotismo y el survivalismo, y avanzar en la cresta estrecha que los separa, que es actuar para anticipar -y posiblemente prevenir- un desastre a pesar de todo probable.
El hecho de que la gente de Totnes es capaz de embarcarse en este camino no es, retrospectivamente, muy sorprendente. De hecho, este pueblo de apenas 8000 habitantes concentra a pesar de su pequeño número de habitantes, instituciones que progresivamente atrajeron personas ya sensibilizadas a las cuestiones ambientales : el Colegio Dartington desde 1961, una escuela Steiner desde 1980, el Schumacher College [12] desde 1991, etc… En este contexto, no es muy sorprendente que una experiencia como la transición haya podido emerger en esta ciudad.
Lo más impresionante, sin embargo, es que una metodología de acciónhaya podido ser diseñada sobre la base de la experiencia de Totnes, para ser posteriormente reproducida y adecuada en otros contextos, a priori menos favorables a este tipo de planteamiento. El Transition Handbook de Rob Hopkins lista los doce pasos que permiten emprender un proceso local de transición, subrayando al mismo tiempo que este método obviamente debe declinarse y adaptarse a cada contexto comunitario.
La doceava etapa, punto culminante de la metodología, es la elaboración de un Plan local de decrecimiento energético. Ese plan debe primero fijar las metas a alcanzar en términos de independencia energética y reducción de emisiones de gases a efecto invernadero para el 2020, y describir sobre esta base lo que debería ser la vida en la el municipio en 2020 : generalmente una vida principalmente peatonal, con producción local de alimentos y energía, tiendas de cercanía, reapertura de la estacione de tren, cierre del aeropuerto... el todo componiendo una imagen de una ciudad que ha alcanzado un nivel suficiente de resiliencia para estar a salvo del colapso, por estar menos afectada por el agotamiento energético. Esta descripción de la vida local en el año 2020 se convierte en la meta, y los militantes se encargan de fijar los plazos sucesivos a respetar para que este proyecto imaginario se convierta en realidad a tiempo : la plantación de árboles frutales en el 2011, la instalación de los jardines locales en el año 2012, la instalación de turbinas eólicas comunales en el 2013, el cierre en el 2014 del estacionamiento municipal, etc…
La redacción del plan de decrecimiento energético se organiza de modo a obtener la participación de muchos ciudadanos a este proceso, después de lo cual puede ser objeto de discusión y servir de base para un debate público. Por el momento, estos planes son herramientas muy eficaces de comunicación y educación entre el público en general y los funcionarios electos. La segunda etapa, que consiste en la aplicación efectiva de estos planes para la energía es, obviamente, más difícil de lograr : a menudo es posible hacer progresos rápidos sobre ciertos puntos relativamente poco polémicos (por ejemplo, la plantación de árboles frutales), pero mucho más difícil de obtener compromisos cuando hay conflictos de intereses en juego (por ejemplo, el cierre de aparcamientos).
Como la redacción del decrecimiento de la energía local es un trabajo a largo plazo, pocas ciudades ya han alcanzado la etapa de la aplicación de su plan. Sin embargo, la transición ya ha comenzado a pensar estas cuestiones y ha propuesto incluir algunas pistas para crear nuevos indicadores de resiliencia : por ejemplo, el porcentaje de los alimentos producidos localmente, ídem para la energía, lo mismo para los materiales de construcción, ídem para los fármacos, el porcentaje de hogares sin coche, el porcentaje de gente que sepa cultivar por lo menos diez verduras, etc…
Si uno sigue la lógica de la transición, y por lo tanto si tomamos nota de la perspectiva de un colapso casi inevitable, son estos indicadores los más relevantes para garantizar las condiciones de vida adecuada en un un futuro próximo. Son ellos, no el PIB, quienes indican el camino a seguir para que el colapso repentino se convierta, en la medida de lo posible, en un cambio pacífico.
Prepararse para el post-colapso : una vida mejor ?
En esta fase de análisis, tenemos que recordar que la transición no se piensa y no se presenta como un movimiento catastrofista : al contrario, siempre se hace énfasis sobre la oportunidad que puede representar el colapso si logramos transformarlo en mutación. Pero de nuevo, no basta saberlo para creerlo, y los grupos de transición han desarrollado varios métodos para ayudar a los activistas a imaginar yvisualizar lo que podría ser una vida feliz en un mundo post-colapso.
Por ejemplo, los defensores de la transición a menudo tratan de hacer participar a los ancianos de la ciudad o del pueblo a su proceso, para pedirles que describan lo que era mundo antes del petróleo, antes de que la resiliencia local fuera barrida por la globalización y los productos petroquímicos. Estas descripciones se utilizan como base para los talleres o paseos por la ciudad en la que los activistas se dirigen al lugar que les permita visualizar y comprender cómo el período anterior al petróleo puede ser una fuente de inspiración para el futuro. Otro método utilizado, él de « transición tales », relatos imaginarios de narradores del futuro que cuentan cómo la comunidad local ha logrado su transición a una era post-petróleo, y especialmente la manera en que la vida local finalmente se ha reorganizado para una vida más amigable.
Todas las visiones prospectivas hacia el futuro de un post-colapso general demuestran que en última instancia, tenemos el poder de hacer que la vida después del petróleo sea mejor que la vida pre-colapso actual. De hecho, el fin del petróleo barato y la reducción de las emisiones de gases a efecto de invernadero son también, en opinión de la transición, una oportunidad para recuperar nuestras vidas, dar un sentido a la comunidad local, volver a encontrar prácticas de solidaridad, privilegiar la calidad en vez de la cantidad : en este sentido, el lema del decrecimiento « menos posesiones, más vínculos » traduciría también perfectamente las aspiraciones del movimiento de la transición. En ambos casos, la perspectiva de un colapso es percibida como un evento potencialmente liberador, y como una oportunidad para recuperar el control sobre nuestras vidas emancipándonos de todo tipo de dependencias : dependencia al petróleo, a la energía, al trabajo, a las empresas multinacionales, a la acumulación material, a la velocidad, a la instantaneidad, etc.
Conclusión
El decrecimiento ciertamente puede inspirarse de la experiencia británica de las transition towns, y sobre todo de su estudio acerca de la resiliencia local, una especie de catastrofismo ilustrado anclado en un territorio pequeño y preciso : comprender cómo los fenómenos globales, inevitablemente, afectarán la vida local, y prepararse, a nivel local, asociando un máximo de gente para establecer de un plan de decrecimiento energético detallado.
El lanzamiento de la elaboración de estos planes por la reducción energética es sin duda un primer éxito para este joven movimiento, que ha sabido lanzar en más de un centenar de ciudades esta increíble reflexión colectiva, que permite a menudo avanzar de manera pragmática la puesta en obra de medidas relativamente radicales, como los cierres de aparcamientos o la sustitución de supermercados por canales cortos de distribución de alimentos. La manera en que estos grupos de transición son capaces de pensar las perspectivas de un colapso sin sumirse en el derrotismo ni en el survivalismo, y reflexionar sobre los medios para reconstruir su capacidad de recuperación local y salir de esta prueba por lo alto, puede ser rico en enseñanzas.
Queda sin embargo un segundo paso, mucho más difícil : el de la concretización de los planes de decrecimiento energético, más allá de las acciones sin duda educativas, pero cuyo significado es más bien simbólico, como la plantación de árboles frutales en un huerto comunal. Para ir más lejos, parece probable que los grupos de transición se enfrentarán con intereses contrarios, y podemos entonces preguntarnos si ello no va a cambiar la estrategia de evitar los conflictos y el compromiso político : en este plano, tendrán tal vez que aprender de los objetores de crecimiento de Francia, que han teorizado más los obstáculos socio-económicos a los que pueden enfrentarse las experiencias locales de decrecimiento. Sin duda los intercambios entre estos dos movimientos similares, pero con enfoques a menudo distintos y complementarios, sólo están empezando.
Porque el decrecimiento y la transición, son dos maneras diferentes de decir lo mismo : que la acumulación del mundo material en el que vivimos acabará, voluntaria o involuntariamente. Pero el fin de este mundo no es necesariamente el fin del mundo - para citar a Patrick Viveret - puede haber un post-petróleo, después de la acumulación de material, incluso post-colapso... En resumen, el decrecimiento como la transición nos dicen que tenemos el poder, al menos en teoría, de transformar este desastre en una oportunidad de inventar un mundo mejor –con la condición sin embargo, de cambiar radicalmente nuestro modo de vida rápidamente. Basándonos no sólo en un estudio de la literatura producida por los dirigentes y activistas de la transición, sino también en la observación y las entrevistas de un trabajo anterior [1], nos proponemos aquí analizar lo que hace el enfoque desarrollado por las ciudades en transición tan especial e interesante, así como los elementos que podrían inspirar a los objetores de crecimiento dispuestos a actuar entre dos peligros : el deber de Felicidad [2] y la negación del riesgo de colapso, por un lado, la tendencia al derrotismo y la impotencia frente a un colapso demasiado seguro en el otro.
Una base radical : el colapso es inevitable
El punto de partida para la reflexión de las Ciudades de Transición es el reconocimiento de que estamos al borde de un cambio de sociedad. Nos guste o no, este cambio es inminente, inevitable, y probablemente sea brutal. Esta convicción es la base no negociable de toda la reflexión del movimiento.
Más concrétamente, esta creencia se basa en dos fenómenos importantes que los líderes y activistas del movimiento [3] piensan científicamente comprobados : el cambio climático por un lado, y el pico del petróleo por el otro. Con respecto al cambio climático, la transición se basa no sólo en el informe del IPCC, sino también en los documentales (como el de Al Gore) y los escritos de varios autores -entre ellos, algunos especialmente catastróficos como Mark Lynas [4]. Para el pico del petróleo se basan, en particular, sobre los estudios de ASPO [5] y los ensayos de los investigadores que estudian el tema desde hace varios años, entre ellos Richard Heinberg [6] : en este contexto, cabe señalar que si los autores franceses poco han abordado este problema, hay en cambio muchas publicaciones anglosajonas que han contribuido a consolidar y difundir los argumentos científicos que apoyan la idea de un inminente pico del petróleo. A pesar de una controversia continua acerca de este pico, el disparo del precio del petróleo durante el verano de 2008 fue considerado por los activistas y expertos como una validación empírica, por lo menos en parte, de esta tesis.
Para los dirigentes y activistas de la transición, nuestras sociedades se enfrentan ahora a dos hechos científicamente probados, sobre los que se basan. El cambio climático nos dice que deberíamos cambiar y el pico del petróleo nos dice que deberemos cambiar : son dos caras de una misma moneda. El peso de la validación científica es crucial en el enfoque desarrollado por la transición, ya que estas validaciones proporcionan una base común indiscutible y no negociable sobre la cual los activistas venidos de todos los horizontes pueden llegar a un acuerdo.
Pero necesariamente, esta plataforma común, basada en la apropiación de demostraciones científicas, somete los líderes y activistas a una perspectiva bastante pesimista a priori : si el petróleo es cada vez más caro y el clima cada vez más loco, nuestras empresas no podrán soportar el choque. La era de los transportes baratos, el turismo de masas y la globalización, por citar sólo estos fenómenos, llega inevitablemente a su fin. La crisis económica que estamos experimentando ahora es sólo un pálido reflejo de lo que está por venir, en el mejor de los casos dentro de unos pocos años. La hipótesis de un colapso de la sociedad - según lo definido por Jared Diamond, es decir una « reducción drástica de la población humana y/o complejidad política/económica/social, a más o menos largo plazo [7] »- no es eludida, al contrario, es una de las bases más sólidas de los intercambios de los grupos de transición.
Los temas de algunos talleres organizados por dichos activistas ilustran bien esta certeza de que vamos a enfrentar grandes desastres. Algunos plantean la cuestión de manera general, a través de talleres con títulos tales como « After the crash » ou « How will Exeter survive and flourish after the end of cheap oil ? ». Pero otros profundizan más las consecuencias de los desastres, y no descartan ningún tema de reflexión : así es como podemos conseguir agrónomos y nutricionistas que se preguntan si el Reino Unido es realmente capaz de alcanzar la autosuficiencia alimentaria. Los médicos han examinado la cuestión de la medicina post-petróleo, e incluso la odontología post-petróleo, dos áreas en las que se enfrentan a algunos de los detalles más inquietantes y más espantosos de lo que puede significar post-colapso.
La base de la certeza científica común a todos los activistas de la transición los lleva rápidamente a encarar las perspectivas angustiantes de un colapso. Pero la fuerza de la transición es proporcionar un marco para la reflexión y la acción, sin negar los inevitables desastres que se avecinan, que permita actuar con el fin de prepararnos y, sobre todo, preparar una mejor vida después de la catástrofe .
La solución propuesta : la reconstrucción de la resiliencia local
Cuando un grupo de militantes sensibles a las cuestiones climáticas y energéticas quiere formar un grupo de transición en su ciudad, la dirección nacional de la red le sugiere empezar con un período para « despertar las conciencias », que consiste en organización de proyecciones de películas abiertas a todos. Los documentales seleccionados exponen abiertamente las amenazas ambientales, y con frecuencia causan ansiedad en los espectadores. Al final de la reunión, por lo general una parte del público admite estar convencido pero se siente impotente y preferiría reprimir lo que vio. Aquí es donde los militantes proponen una solución novedosa para el público : la formación de un grupo de transición local para « reconstruir la capacidad de recuperación local ». El objetivo es transformar inmediatamente el impacto de la toma de conciencia en fuerza de acción.
La reconstrucción de la capacidad de recuperación local, la resiliencia local, es la base de la estrategia propuesta por el movimiento de la transición. La resiliencia es un concepto utilizado en psicología para describir la capacidad de una persona para recuperarse de un choque - por ejemplo, pérdida o separación - sin colapsar, e incluso obtener experiencia y salir de la prueba más fuerte y resistente que antes. Este concepto se utiliza también en otras disciplinas : por ejemplo, se habla de la resiliencia de un área a las inundaciones, o la de un ecosistema frente a la intrusión de una especie invasora. Pero los activistas de la transición hablan de la resiliencia de la sociedad o las comunidades locales, es decir, del conjunto de individuos y sus impactos socio-económicos frente al choque que representará el fin del petróleo barato y la necesidad de reducir rápidamente las emisiones de gases a efecto de invernadero, el aumento del nivel del mar, etc…
Apreciar la situación en términos de resiliencia, es estimar que en las regiones el las que no se prevé el pico del petróleo, la política y el colapso socioeconómico será más difícil, mientras que las regiones que están suficientemente preparadas será mejor, e incluso, posiblemente, se podrá experimentar una forma de renacimiento basado en la relocalización económica y el bienestar. Para ello, desde ahora se debe reconstruir la capacidad de recuperación o resiliencia, es decir, hacerse menos dependientes del petróleo. La reconstrucción de la capacidad de recuperación local es una estrategia para amortiguar los choques futuros y también preparar las condiciones para una vida mejor después de esos choques : permite ver con lucidez las perspectivas de un posible colapso yendo más allá de esta única imagen y lanzándose en la construcción de sociedades sustentables y soportables para el post-colapso.
Esta reconstrucción de la capacidad de recuperación local, estamos tentados llamarla « pragmatismo radical ». « Pragmatismo », porque la única base verdaderamente común a todos los activistas de la transición es la certeza científica del cambio climático y la inminencia del pico del petróleo : más allá del acuerdo sobre los hechos, ninguna interpretación ideológica o política es favorecida por el movimiento de la transición. Algunos pueden ser anticapitalistas, mientras que otros creen firmemente en el poder de las fuerzas del mercado y reclaman la creación de una bolsa del carbono para los individuos [8]. La transición aboga por calmar estos debates que se consideran una pérdida de tiempo y de división, y que podría distraer a los activistas de su objetivo : la reconstrucción de la capacidad de recuperación local.
Sin embargo, este pragmatismo reivindicado está unido a un cierto « radicalismo » prácticamente impuesto por los diagnósticos científicos que son la base del movimiento : no hay gran variedad de soluciones para reducir de manera drástica y a corto plazo el consumo de energías fósiles y las emisiones de gases a efecto invernadero. Todas las soluciones propuestas giran, de hecho, alrededor de las ideas de sobriedad, de reducción de los bienes materiales, de reevaluación de las necesidades, de entreayuda local, de relocalización de la producción de alimentos, de reubicación de la producción de energías renovables, etc… Este movimiento decididamente pragmático, parte de hipótesis científicas tan radicales, que ve la gama de opciones reducirse drásticamente, hasta el punto tener sólo una solución posible : la de un cambio súbito y radical en los hábitos de vida de una manera muy similar a la propuesta del decrecimiento.
Esta solución única para la reubicación y reconstrucción de la resiliencia local, que en realidad está muy cerca de las propuestas del decrecimiento, es obviamente destinada a ser declinada, caso por caso, dependiendo de cada país. Pero en realidad, la radicalidad de la hipótesis primera, la probable inminencia de una forma de colapso, llevó este movimiento, pragmático y firmemente apolítico, a una forma de pensamiento radical, rayano al de la acción del movimiento francés para el decrecimiento.
Un "catastrofismo ilustrado" anclado en un territorio
Sin embargo, el movimiento de Ciudades en transición no se experimenta como un movimiento catastrofista : al contrario, los dirigentes y activistas repiten que quieren deshacerse de la visión habitual de la ecología que califican de « doom and gloom » que podríamos traducir como « apocalíptica ». Tratan de ser positivos, por ejemplo, insistiendo en la fuerza que puede tener un pequeño grupo decidido a cambiar el orden de las cosas, y también en las perspectivas de una vida mejor que se producirán : vidas simples, libres de aparatos electrónicos, las ciudades más tranquilas, un nuevo sentido de solidaridad y apoyo mutuo dentro de la comunidad local, etc…
Es esta tensión constante entre el « alarmismo » y el « optimismo » que es particularmente interesante analizar en el enfoque desarrollado por las ciudades en transición. El catastrofismo está omnipresente en este movimiento, que está totalmente motivado por la perspectiva de un colapso certero a corto plazo. Esta premisa, que muchas organizaciones ambientales tienden a descartar para no parecer demasiado ansiógenas, la transición la asume totalmente sin tratar de minimizar la magnitud de los cambios que se avecinan. Pero la transición también se las arregla siempre para instaurar cierta dosis de optimismo, basado principalmente en la posibilidad de que preparándose para estos choques se podrá reducir su efecto e incluso - como lo sugiere la idea de la resiliencia - inventando una vida mejor, basada en un aspecto material más sencillo.
La idea de anticipar las consecuencias de un desastre que ya se considera inevitable para prepararse mejor y tal vez, parcialmente evitarlo, recuerda la idea de catastrofismo ilustrado teorizada por Jean-Pierre Dupuy [9]. Con esta aclaración importante que el catastrofismo ilustrado de la transición está anclado sistemáticamente en un territorio concreto ocupado por la comunidad declarada en transición : las consecuencias de la « catástrofe » que será el pico del petróleo se analizan sistemáticamente en términos de territorio y de población local. Imponiendo un debate a nivel local, generalmente a escala de un municipio, los activistas se enfrentan inevitablemente a preguntas muy concretas. Por ejemplo : en que terrenos para plantar los árboles frutales que se requerirán cuando las importaciones cesen y que los supermercados ya no sean abastecidos ? ¿Quién en el municipio tiene la experiencia necesaria para tratarlo ? Dónde instalar turbinas de viento que permitirán al municipio ser autosuficiente en energía ? ¿Qué coches debemos conservar y cuáles debemos sacrificar ? ¿Qué aparcamientos deberemos transformar en jardines urbanos y quiénes los mantendrán ? Todas estas preguntas se dan a nivel local y se materializan en la mente los desastres y las soluciones que se pueden poner en prática –lo que permite poco, por ejemplo, una reflexión basada en datos, pero demasiado general, acerca del número de coches deseable en Gran Bretaña.
Esta forma original de « catastrofismo ilustrado relocalizado », puede facilitar la visualización de los desastres considerados inevitables y las soluciones que suavizarán o incluso los evitarán para salir fortalecidos. Esta visualización permite a los activistas para la transición de « creer lo que saben » mejor, tomando las palabras de Jean-Pierre Dupuy, y actarlas para anticipar mejor las crisis futuras.
Sin embargo, la hipótesis de una catástrofe ineludible contra la cual sería necesario no obstante mobilizarse no está libre de ambigüedades y contradicciones, y los líderes del movimiento para la transición luchan contra las dos tentaciones que consideran ser callejones sin salida : el derrotismo y la supervivencia.
El derrotismo acecha, por supuesto, a todos los activistas que empiezan a considerar seriamente la posibilidad de un colapso del mundo. La paradoja que consiste en considerar que el desastre es muy probable y aún así seguir actuando es difícil de asumir, tanto a nivel individual (el activista) y colectivo (para la comunicación de movimiento). Sin embargo, muchos psicólogos y psicoterapeutas en la ciudad de Totnes, la cuna de la transición, se han asociado rápidamente al proceso, trabajando sobre estas paradojas y los medios para superarlas : sus reflexiones sobre la psicología del cambio han dado lugar a varias formas de talleres de intercambio y libre expresión, utilizando técnicas a menudo similares a las de la comunicación no violenta, que contribuyen por ahora a mantener el entusiasmo de los activistas.
El otro escollo posible, cuando la hipótesis del colapso es seriamente considerada, pero que la sociedad sigue ampliamente impasible, es la tentación de survivalismo [10], que consiste en desarrollar estrategias individuales (o posiblemente familiales) de supervivencia en un mundo post-colapso. En la práctica, esto se traduce generalmente en el almacenamiento de armas y alimentos en un refugio antiaéreo, tomando a la vez clases de autodefensa. Esta actitud a veces se expresa en los foros de Internet, pero más allá de estos testimonios inciertos, es difícil determinar en qué medida este fenómeno es una realidad social importante o un mito... De todos modos, el movimiento por la transición ha sido siempre muy firme con respecto a esta estrategia : sin ni siquiera entrar en consideraciones morales, los líderes de la transición tratan de demostrar lo absurdo de esta opción en la práctica, repitiendo una y otra vez que los survivalistas, por muy equipados que estén, no sobrevivirán mucho tiempo a un colapso absolutamente caótico. Para resumir este pensamiento, a veces utilizan la frase « o nos salvamos juntos o no nos salvamos » [11].
Preparase para el colapso : el plan de descenso de la energía
Para ser calificado de « ilustrado » el catastrofismo tiene que evitar dos abismos, el derrotismo y el survivalismo, y avanzar en la cresta estrecha que los separa, que es actuar para anticipar -y posiblemente prevenir- un desastre a pesar de todo probable.
El hecho de que la gente de Totnes es capaz de embarcarse en este camino no es, retrospectivamente, muy sorprendente. De hecho, este pueblo de apenas 8000 habitantes concentra a pesar de su pequeño número de habitantes, instituciones que progresivamente atrajeron personas ya sensibilizadas a las cuestiones ambientales : el Colegio Dartington desde 1961, una escuela Steiner desde 1980, el Schumacher College [12] desde 1991, etc… En este contexto, no es muy sorprendente que una experiencia como la transición haya podido emerger en esta ciudad.
Lo más impresionante, sin embargo, es que una metodología de acciónhaya podido ser diseñada sobre la base de la experiencia de Totnes, para ser posteriormente reproducida y adecuada en otros contextos, a priori menos favorables a este tipo de planteamiento. El Transition Handbook de Rob Hopkins lista los doce pasos que permiten emprender un proceso local de transición, subrayando al mismo tiempo que este método obviamente debe declinarse y adaptarse a cada contexto comunitario.
La doceava etapa, punto culminante de la metodología, es la elaboración de un Plan local de decrecimiento energético. Ese plan debe primero fijar las metas a alcanzar en términos de independencia energética y reducción de emisiones de gases a efecto invernadero para el 2020, y describir sobre esta base lo que debería ser la vida en la el municipio en 2020 : generalmente una vida principalmente peatonal, con producción local de alimentos y energía, tiendas de cercanía, reapertura de la estacione de tren, cierre del aeropuerto... el todo componiendo una imagen de una ciudad que ha alcanzado un nivel suficiente de resiliencia para estar a salvo del colapso, por estar menos afectada por el agotamiento energético. Esta descripción de la vida local en el año 2020 se convierte en la meta, y los militantes se encargan de fijar los plazos sucesivos a respetar para que este proyecto imaginario se convierta en realidad a tiempo : la plantación de árboles frutales en el 2011, la instalación de los jardines locales en el año 2012, la instalación de turbinas eólicas comunales en el 2013, el cierre en el 2014 del estacionamiento municipal, etc…
La redacción del plan de decrecimiento energético se organiza de modo a obtener la participación de muchos ciudadanos a este proceso, después de lo cual puede ser objeto de discusión y servir de base para un debate público. Por el momento, estos planes son herramientas muy eficaces de comunicación y educación entre el público en general y los funcionarios electos. La segunda etapa, que consiste en la aplicación efectiva de estos planes para la energía es, obviamente, más difícil de lograr : a menudo es posible hacer progresos rápidos sobre ciertos puntos relativamente poco polémicos (por ejemplo, la plantación de árboles frutales), pero mucho más difícil de obtener compromisos cuando hay conflictos de intereses en juego (por ejemplo, el cierre de aparcamientos).
Como la redacción del decrecimiento de la energía local es un trabajo a largo plazo, pocas ciudades ya han alcanzado la etapa de la aplicación de su plan. Sin embargo, la transición ya ha comenzado a pensar estas cuestiones y ha propuesto incluir algunas pistas para crear nuevos indicadores de resiliencia : por ejemplo, el porcentaje de los alimentos producidos localmente, ídem para la energía, lo mismo para los materiales de construcción, ídem para los fármacos, el porcentaje de hogares sin coche, el porcentaje de gente que sepa cultivar por lo menos diez verduras, etc…
Si uno sigue la lógica de la transición, y por lo tanto si tomamos nota de la perspectiva de un colapso casi inevitable, son estos indicadores los más relevantes para garantizar las condiciones de vida adecuada en un un futuro próximo. Son ellos, no el PIB, quienes indican el camino a seguir para que el colapso repentino se convierta, en la medida de lo posible, en un cambio pacífico.
Prepararse para el post-colapso : una vida mejor ?
En esta fase de análisis, tenemos que recordar que la transición no se piensa y no se presenta como un movimiento catastrofista : al contrario, siempre se hace énfasis sobre la oportunidad que puede representar el colapso si logramos transformarlo en mutación. Pero de nuevo, no basta saberlo para creerlo, y los grupos de transición han desarrollado varios métodos para ayudar a los activistas a imaginar yvisualizar lo que podría ser una vida feliz en un mundo post-colapso.
Por ejemplo, los defensores de la transición a menudo tratan de hacer participar a los ancianos de la ciudad o del pueblo a su proceso, para pedirles que describan lo que era mundo antes del petróleo, antes de que la resiliencia local fuera barrida por la globalización y los productos petroquímicos. Estas descripciones se utilizan como base para los talleres o paseos por la ciudad en la que los activistas se dirigen al lugar que les permita visualizar y comprender cómo el período anterior al petróleo puede ser una fuente de inspiración para el futuro. Otro método utilizado, él de « transición tales », relatos imaginarios de narradores del futuro que cuentan cómo la comunidad local ha logrado su transición a una era post-petróleo, y especialmente la manera en que la vida local finalmente se ha reorganizado para una vida más amigable.
Todas las visiones prospectivas hacia el futuro de un post-colapso general demuestran que en última instancia, tenemos el poder de hacer que la vida después del petróleo sea mejor que la vida pre-colapso actual. De hecho, el fin del petróleo barato y la reducción de las emisiones de gases a efecto de invernadero son también, en opinión de la transición, una oportunidad para recuperar nuestras vidas, dar un sentido a la comunidad local, volver a encontrar prácticas de solidaridad, privilegiar la calidad en vez de la cantidad : en este sentido, el lema del decrecimiento « menos posesiones, más vínculos » traduciría también perfectamente las aspiraciones del movimiento de la transición. En ambos casos, la perspectiva de un colapso es percibida como un evento potencialmente liberador, y como una oportunidad para recuperar el control sobre nuestras vidas emancipándonos de todo tipo de dependencias : dependencia al petróleo, a la energía, al trabajo, a las empresas multinacionales, a la acumulación material, a la velocidad, a la instantaneidad, etc.
Conclusión
El decrecimiento ciertamente puede inspirarse de la experiencia británica de las transition towns, y sobre todo de su estudio acerca de la resiliencia local, una especie de catastrofismo ilustrado anclado en un territorio pequeño y preciso : comprender cómo los fenómenos globales, inevitablemente, afectarán la vida local, y prepararse, a nivel local, asociando un máximo de gente para establecer de un plan de decrecimiento energético detallado.
El lanzamiento de la elaboración de estos planes por la reducción energética es sin duda un primer éxito para este joven movimiento, que ha sabido lanzar en más de un centenar de ciudades esta increíble reflexión colectiva, que permite a menudo avanzar de manera pragmática la puesta en obra de medidas relativamente radicales, como los cierres de aparcamientos o la sustitución de supermercados por canales cortos de distribución de alimentos. La manera en que estos grupos de transición son capaces de pensar las perspectivas de un colapso sin sumirse en el derrotismo ni en el survivalismo, y reflexionar sobre los medios para reconstruir su capacidad de recuperación local y salir de esta prueba por lo alto, puede ser rico en enseñanzas.
Queda sin embargo un segundo paso, mucho más difícil : el de la concretización de los planes de decrecimiento energético, más allá de las acciones sin duda educativas, pero cuyo significado es más bien simbólico, como la plantación de árboles frutales en un huerto comunal. Para ir más lejos, parece probable que los grupos de transición se enfrentarán con intereses contrarios, y podemos entonces preguntarnos si ello no va a cambiar la estrategia de evitar los conflictos y el compromiso político : en este plano, tendrán tal vez que aprender de los objetores de crecimiento de Francia, que han teorizado más los obstáculos socio-económicos a los que pueden enfrentarse las experiencias locales de decrecimiento. Sin duda los intercambios entre estos dos movimientos similares, pero con enfoques a menudo distintos y complementarios, sólo están empezando.
P.-S.
Luc Semal et Mathilde Szuba son doctores en sociología del medioambiente.
Traduction : Yannick Hélène de la Fuente
Traduction : Yannick Hélène de la Fuente
Notes
[1] Luc Semal et Mathilde Szuba, dossier « Villes vers la sobriété », revue Silence n°365, février 2009[2] El felicismo es una noción propuesta por Yves Cochet para désignar los programas políticos qui prometen que todo ira mejor mañana, y que no pueden entonces integrar nociones como la catástrofe o el colapso a su manera de pensar. (Yves Cochet, Antimanuel d’écologie, Bréal, 2009)
[3] Rob Hopkins, The Transition handbook. From oil dependency to local resilience, Green Books, 2008
[4] Mark Lynas, Six degrees. Our future on a hotter planet, National geographic, 2008 (Six degrés. Que va-t-il se passer ?, Dunod, 2008)
[5] Association pour l’étude du pic pétrolier, fondée par des géologues à la retraite, souvent anciens employés de grandes compagnies pétrolières :www.peakoil.net
[6] Richard Heinberg, The Party’s Over. Oil, War and the Fate of Industrial Societies, New Societies Publishers, 2003 (Pétrole : la fête est finie ! Avenir des sociétés industrielles après le pic pétrolier, Éditions Demi-Lune, 2008)
[7] Jared Diamond, Collapse : How Societies Choose to Fail or Succeed, Viking Books, 2005 (Effondrement. Comment les sociétés décident de leur disparition ou de leur survie, Gallimard, 2006, p.15)
[8] Type « Carbon Card » : Mathilde Szuba, « Comment rationner l’énergie ? », Le Sarkophage, 2008
[9] Jean-Pierre Dupuy, Pour un catastrophisme éclairé. Quand l’impossible est certain, Seuil, 2002.
[10] neologismo derivado del inglés. Survival : supervivencia. NdT
[11] Rob Hopkins, « Why The Survivalists Have Got It Wrong », 2006 (www.transitionculture.org)
[12] Du nom d’Ernst F. Schumacher, auteur de Small is Beautiful, 1973 (Small is beautifull. Une société à la mesure de l’homme, Seuil, 1978)
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