martes, 24 de abril de 2012

Joan Martinez Alier,publicado en decrecimiento info


En Francia, en vez del manido “desarrollo sostenible” se ha impuesto en la opinión pública, a pesar de todos los obstáculos, el debate sobre el “decrecimiento económico socialmente sostenible” (una expresión de Vincent Cheynet). Las revistas del movimiento,Silence, La Décroissance, se distribuyen en decenas de miles de ejemplares. Hasta el presidente de Francia no puede menos que hablar a veces del “decrecimiento” aunque sea para caricaturizar sus propuestas. Periodistas muy conocidos como Hervé Kempf y Nicolas Hulot discuten seriamente el decrecimiento en Le Monde y en la televisión.

Este libro hacía falta para entender cómo se ha desplegado el movimiento por el Decrecimiento en Francia desde el 2002. Su joven autor es militante del Partido Socialista y está acabando el doctorado en Historia en la Universidad de Burdeos. Clasifica y explica las distintas corrientes del Decrecimiento, apoya sus argumentos en evidencia escrita y en entrevistas, da una abundante bibliografía en un libro que se lee fácilmente y que narra la historia del movimiento con sus meandros, embrollos y malhumores (sin disimular los adjetivos que unos ecologistas lanzan contra otros, como “ecotartufos”). Al final consigue una síntesis muy comprensible.

Cualquier elogio del crecimiento cero o, peor aun, del decrecimiento, recibe inmediatamente insultos de los políticos. Duverger recuerda que ya en 1972 el presidente de la Comisión Europea, el sindicalista agrario social-demócrata holandés, Sicco Mansholt, se mostró favorable al “crecimiento bajo de cero”, habiendo leído el Informe de los Meadows al Club de Roma. André Gorz en 1972 (en debate con Sicco Mansholt en un coloquio de Le Nouvel Observateur) usó positivamente por primera vez la palabra décroissance pero el Partido Comunista francés, por boca de Georges Marchais, como también desde la derecha el ministro de economía Giscard d’Estaing y el comisario europeo y economista Raymond Barre, coincidieron en la condena de tales ideas. Giscard d’Estaing aseguró que el no era unobjecteur de croissance, jugando con las palabras objecteur de conscience de los contrarios al servicio militar obligatorio. El chiste resultó fallido porque algunas corrientes del movimiento francés se auto-bautizaron orgullosamente hasta hoy como Objetores al Crecimiento.

Todo ese movimiento francés ha estado influido por el título de una selección de artículos de Georgescu-Roegen publicada como libro en 1979 como Demain la décroissance. Pero, además de la bioeconomía de Georgescu-Roegen o economía ecológica, el movimiento tiene otro origen: la crítica culturalista al “economicismo”, que proviene de antropólogos económicos (Marcel Mauss, Karl Polanyi, Marshall Sahlins) a través de Serge Latouche, crítico del concepto de “desarrollo”. Precisamente, el despegue del Decrecimiento se dio en 2002 en un congreso en Paris auspiciado por la UNESCO con el título Défaire le développement, refaire le monde. Ese congreso enlazó con pensadores de treinta años atrás, críticos de la tecnología y del desarrollo uniformizador y destructor de la naturaleza como François Partant y los gascones Jacques Ellul y Bernard Charbonneau en Francia, el austríaco Ivan Illich. El libro dedica dos o tres acertadas páginas a cada uno de ellos y también a Cornelius Castoriadis.

Otro origen cercano del movimiento son los Casseurs du Pub (que se oponen a la publicidad pro-consumista, similares a los AdBusters de Norteamérica) con Vincent Cheynet. Para una rama espiritualista, la personalidad de Pierre Rahbi y su campaña presidencial (fomentada por Vincent Cheynet), son importantes. Las diversas ramas del Decrecimiento conservan recuerdos electorales más antiguos, de la primera candidatura presidencial verde en Francia en 1974 con el agrónomo René Dumont.


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