Viviendo por encima de las posibilidades del Planeta
Todos los que
lean este artículo son hijos de una época de la Historia y, como corresponde, tomamos como perennes
rasgos de la misma que a la postre tienen su fecha de caducidad. Lo que en Occidente siempre hemos vivido como
permanente y en evolución constante (el “progreso técnico y tecnológico”, la
seguridad y variedad alimentaria, la accesibilidad a lugares cada vez más
apartados, la diversidad de saberes y
caminos laborales, la liberación del trabajo manual duro, la extensión del
ocio…) es en realidad un frágil andamiaje que se sustenta sobre el
abastecimiento continuo y creciente de materias primas finitas, y del
ininterrumpido y creciente flujo de petróleo barato, desde hace unos 100
años. Nuestra generación y la de
nuestros padres son producto de un interludio de la Historia, corto y
transitorio, donde damos por sentado, con matices según cada cual, que todo irá
siempre “a más”, dentro de los patrones conocidos.
No obstante, muchas
personas, en su fuero interno, saben que en esta sociedad del Primer Mundo
funcionamos por encima de nuestras posibilidades, como aquel jugador compulsivo
que compromete todos sus bienes en una noche frenética de casino. Y también
sienten que el fin de la fiesta puede
estar tocando a su fin. La evidencia científica del Pico del Petróleo
marca ya ese final, y el comienzo de la cuesta
abajo. Una perspectiva que nos apabulla, nos angustia y nos remite a
nuestros más primarios mecanismos de supervivencia: la negación (“no será todo
tan negro”), la confianza en los milagros (“ya inventarán algo”), o la huída (“mis
tíos tienen una finca con higueras en Guadalajara”).
Lo que nos dice el Pico del Petróleo, si lo miramos de
frente.
En esencia, el
Pico o cénit del Petróleo es la culminación del continuo crecimiento en la
cantidad de crudo procedente del subsuelo. A partir de este punto, se inicia un
declive irregular, pero inexorable, de la cantidad de petróleo extraído. No se
trata de que no quede ya petróleo, sino de que el restante es cada vez más
difícil de extraer, y los nuevos yacimientos descubiertos o por descubrir no pueden compensar el agotamiento de los
existentes (por cada cinco barriles que se extraen actualmente, se descubre
uno).
El
Pico del Petróleo es un concepto conocido desde los años 60, cuando se formuló
para casos concretos de países productores. Ha sido a partir del inicio del
siglo XXI cuando ha comenzado a debatirse abiertamente sobre la fecha en la que
el cénit, o producción máxima, se alcanzará a escala global. El estudio de los
patrones de comportamiento de los yacimientos en explotación y la dinámica de
nuevos descubrimientos, indica que estamos ya en ese momento ( 80 millones
diarios de barriles). El Oil Depletion Analysis Centre lo situó en 2007, Colin
Campbell y Chris Skrebowski en 2010, y Jean Laherrere en 2015 (1). La industria
petrolera, a puerta cerrada, admite la inminencia del Pico, y numerosos
gobiernos de Occidente se comienzan a interesar por estudiar a fondo sus
consecuencias.
Según Campbell,
“el Pico del Petróleo es un punto y aparte en la Historia de la Humanidad, de
una magnitud sin precedentes, desde el
momento en que nunca un recurso natural de tan crucial transcendencia social
como el petróleo, ha encarado su declive por simple agotamiento, sin perspectivas de encontrar un sustituto
mejor” (2).
Ni la energía
nuclear ni las energías renovables, pasando por los biocombustibles, pueden sostener el consumo mundial actual,
puesto que su rendimiento neto resultante (a la energía que producen hay que
restarle la necesaria para la fabricación, puesta en producción, transporte,
almacenamiento o procesamiento) es muy inferior al que se obtiene con el
petróleo accesible. Los costes de obtención del petróleo, gas natural y carbón
irán aumentando conforme sea más compleja su extracción, transporte y
procesamiento, y las perforaciones serán cada vez menos rentables.
Qué será para nosotros la Transición
La Transición es
el período histórico que va a afrontar la Humanidad, comprendido entre el
inicio del aumento continuo e inexorable
de los precios del petróleo (debido a la creciente dificultad para
obtenerlo) y un nuevo escenario más o
menos estable en el tiempo, en el que el consumo de materias y energía se
ajuste a los límites de la realidad, esto es, los que impone la naturaleza
finita de los recursos naturales y los procesos naturales del Planeta. Tanto las características del proceso de
“descenso” como el estadio final del mismo, son conjeturables, pero apuntan a
situaciones muy difíciles de encajar por la Sociedad, tanto más cuanto mayor
sea el nivel de desarrollo humano de una nación, “[…]que no es sino el nivel de
acceso de la población al petróleo, en forma de bienes y servicios”, según Pat
Murphy (3).
Para
las personas que han caído en la cuenta de en qué medida todo lo que rodea a
nuestra Sociedad es dependiente del petróleo barato, se vislumbra un panorama
cuanto menos difícil de digerir, y con grandes incógnitas sobre nuestra
capacidad de supervivencia. Y no la supervivencia de “las generaciones futuras”, como se
apostilla estéticamente cuando se habla de problemática ambiental, sino de la
generación actual: nosotros y nuestros hijos.
La
disponibilidad de alimentos (su producción a la escala actual depende
totalmente del petróleo, por la necesidad de maquinaria, fertilizantes
procedentes del gas natural, envasado y transporte), la producción de calor en
las casas (que también depende del petróleo) y el funcionamiento de las
máquinas y fábricas de productos básicos (que no están preparadas para la
eficiencia energética con fuentes renovables), son el talón de Aquiles del
sistema industrial basado en el petróleo
barato. La Globalización, fundamentada en el transporte y el combustible
abundante, tiene sus días contados.
“[…]Si el declive [energético] es tan acusado
como algunos piensan, estamos ante un muy serio problema, mucho peor de lo que
pudiéramos imaginar, y verdaderamente temible[…] Los riesgos para nuestra
economía y nuestra civilización son enormes, pero la gente no quiere oír hablar
de ello” (4). Con estas palabras, Robert Hirsch (experto encargado por el
gobierno de EE.UU. para realizar en 2005 un estudio sobre cómo mitigar las
consecuencias del Pico del Petróleo), enfoca sus reflexiones finales sobre la
siguiente certeza: mientras que el
Cambio Climático puede ser relativamente bien aceptado como realidad por la
mayoría de la población, el Pico del Petróleo tiende a ser ignorado, negado o
relativizado. ¿Por qué? Hay unas razones
sencillas: mientras que el Cambio Climático nos plantea la necesidad ética de cambiar
nuestra forma de vida (necesidad que,
de momento, podemos asumir o no), el Pico del Petróleo nos indica que vamos a cambiar nuestra forma de vida,
queramos o no, y que el cambio va a
ser tanto más traumático cuanto menos preparados estemos para afrontar lo.
La complejidad
del proceso de declive energético, decrecimiento productivo y derrumbamiento
del sistema financiero (que, por definición, sólo existe si hay perspectiva de
crecimiento), no permite aventurar
escenarios sin crearnos una tremenda sensación de impotencia, desasosiego o espanto. Tras la conciencia de
nuestra fragilidad , ¿hay alguna alternativa personal o colectiva al miedo?
Sobre esta pregunta pivota el Movimiento de Transición.
EL MOVIMIENTO DE TRANSICIÓN
El Movimiento de Transición
es la iniciativa colectiva de grupos de ciudadanos/as (vecindarios, barriadas,
pueblos y ciudades) que, tras un proceso de
“caer en la cuenta”, y pasar por el trance inevitable del pánico,
visualizan cómo podría ser su
ciudad/barrio/pueblo en un escenario de baja dependencia energética y de capac
idad colectiva para proveerse de los
medios de vida dignos: ¿cómo sería el barrio de Moratalaz, en Madrid, si fuera
capaz de generar gran parte de sus alimentos? ¿Cómo estarían acondicionadas las
casas de Navalmoral de la Mata, para guardar al máximo el calor en invierno?
¿Cómo se movería la gente entre Manresa y Barcelona, cuando el litro de
gasolina llegue a los 50€? ¿Cómo conseguiríamos fabricarnos en Deusto la mayor
parte de nuestras ropas? ¿Cómo conseguir el agua para regar los huertos de
Altea, que puedan asegurar su abastecimiento?
La visualización
del futuro deseable, como motor para la movilización, es la gran revolución que
ha hecho del Movimiento de Transición uno de los más activos y prolíficos del
panorama internacional, en sus escasos tres años de existencia. Nacido en Reino
Unido y EE.UU. a partir de personas ligadas a la investigación, el ecologismo y
la Permacultura (Rob Hopkins, Shaun Chamberlin, Pat Murphy…), ha crecido de
forma exponencial en los países anglosajones, materializado en iniciativas
autónomas de grupos de vecinos, que desarrollan sus Planes de Descenso
Energético en barrios, ciudades, pueblos e islas, aumentando con ello su grado
de resiliencia, o capacidad del
sistema local para afrontar los cambios inesperados o traumáticos procedentes
del exterior , en lo que se refiere a las necesidades básicas.
¿Cómo se
materializan las iniciativas locales para aumentar la resiliencia? La inmensa
mayoría de ellas fomentan la creación de huertos urbanos, la plantación de
árboles productivos, la construcción de casas
y la mejora del aislamiento con materiales de la comarca, la recogida y
reutilización de desechos, la creación de bancos de semillas y de plantas
medicinales , la creación de talleres de aprendizaje de labores tradicionales (tejidos,
conservación de alimentos, creación de herramientas), instalación de paneles
solares, creación de sistemas de trueque y monedas locales, cría y cuidado de
animales de tiro, mantenimiento de granjas avícolas, producción sostenible de
leña… Existen ya unas 80 iniciativas en funcionamiento, más de 200 en ciernes,
y miles de ciudadanos/as comprometidos en alguno de sus grupos.
Las iniciativas
de Transición no son un movimiento ni político, ni ambientalista, ni de
presión. Cada iniciativa vecinal tiene su personalidad, y se nutre de la visión
colectiva de un futuro local menos dependiente de la energía, productor de sus
bienes básicos y apoyado en la interdependencia de las personas cercanas. Es un
movimiento inclusivo: todos los
estamentos de la colectividad son necesarios: Ayuntamiento, comerciantes,
docentes, cooperantes, jóvenes y mayores. Su poder persuasivo se genera sobre
la visión de un futuro posible, el entusiasmo por el reto colectivo y la
liberación de creatividad, más que sobre la imagen de un porvenir catastrófico.
No se obvia la perspectiva de tiempos difíciles (Shaun Chamberlin habla de
“oscuro optimismo”) ni se apuesta por una quimérica autosuficiencia local. Y si
la colectividad no funciona, la iniciativa de Transición simplemente no existe.
Uno de los
aspectos más llamativos del movimiento de Transición (denominado en UK
“Transition Towns” y en USA “Post Carbon Cities”) es el original enfoque
psicopedagógico que ofrece a los grupos que desean promover iniciativas de
Transición, para concienciar a la ciudadanía y orientar su energía hacia la
visión positiva, el compromiso, la creatividad y el trabajo colectivo. Se trata
de dinámicas, por lo general novedosas, amenas y sorprendentemente eficaces,
procedentes muchas de ellas de la Psicología
de las Adicciones del Dr. Chris Johnstone: existen grandes similitudes
entre las drogodependencias, y la adicción al petróleo (o adicción al nivel de vida y consumo, incluido el
“ecoconsumismo”). Los cuestionamientos
personales, resistencias, iniciativas, dudas, recaídas y curación, son comunes en ambos campos, y ello da pie a que el
movimiento de Transición cuente con unas potentes herramientas psicológicas, de
las que normalmente carece el movimiento ecologista.
Otra herramienta
de primer orden es el “Cuento futurista” o Vision
tale, que sirve a la colectividad para entusiasmarse en la construcción de
escenarios posibles y deseables, diseñados desde el ingenio y la creatividad; y el estudio de
procesos resilientes en la historia, como es la organización de Cuba ante el
bloqueo y su particular Pico del Petróleo tras la retirada de la antigua URSS,
o la economía de guerra del Reino Unido en el período 1940-1945.
Ciudades como
Cambridge, Totnes, Kington-upon-Thames, Sidney, York, Portland, Bristol,
Brixton, Nottingham, Canterbury, Newcastle… están ya desarrollando su Planes de
Decrecimiento Energético. En España estamos aún en el estadio de comenzar a conocer
el movimiento de Transición y el
fenómeno del Pico del Petróleo. Ya se han puesto en marcha grupos facilitadores en Barcelona, Galicia, La
Palma y Madrid, en lo que prevemos sea una bola de nieve que crecerá
exponencialmente según se vaya conociendo, y dará luz a Planes de Decrecimiento
Energético a lo largo y ancho del Estado Español.
Como apunta Rob
Hopkins, el creador del movimiento en Reino Unido, “[…]el descenso energético
será el ascenso energético de los lazos sociales comunitarios, con la Tierra y
con los demás seres de nuestro Planeta”. Esto no será posible si, como remacha
Richard Heinberg, uno de los grandes teóricos del Decrecimiento “nos atrancamos
preguntándonos si el movimiento despegará o no,
o cuándo lo hará”. La preguntas que nos interesan a todos/as son “¿Por
dónde empezamos? y ¿Vienes ya con nosotros/as?
Javier Zarzuela Aragón
Miembro de Ecologistas
en Acción y del grupo base Madrid En
Transición
(1) www.odac-info.org/bulletin/documents/MEGAPROJECTSREPORT.pdf;
www.greatchange.org/ov-cambell.outlook.html
www.globalpublicmedia.com/interviews/378
(2) Referencia
en Transition Handbook, de Rob Hopkins, pg.20
(3)
Pat
Murphy, en “Plan C”, Ed. Community Solutions
(4)
“Robert
Hirsch on Peak Oil Mitigation”- www.globalpublicmedia.com/transcripts/2459
Direcciones útiles, en las que se encuentra bibliografía
básica, material visual, herramientas y vínculos con las iniciativas de
Transición, en España y el resto del mundo:
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